6° año, último año de secundaria, se sentía raro.
Igual, no era eso lo que me atormentaba, sino que estaba en sexto año de
medicina, o sea, ¡ciencias! ¿Cuándo carajo se me pasó por la cabeza eso?
Todo el año en lo que a clases respecta, fue una
tortura. El hecho de levantarme cada día y pensar que iba a tener horas de
química, física, biología y matemática me daba ganas de llorar, de levantarme
un día y dejar todo a la mierda. Irme sola por ahí a emborracharme y drogarme y
pirar sola mirando las estrellas en alguna costa de quién sabe qué país del
planeta.
Aun así seguí. Cada día de cada semana de cada mes
del año me levantaba y juntaba todas las fuerzas y la voluntad que tenía y
arrancaba. Otra vez, a esa cárcel mental en la que tratarían de agotar mi
cabeza.
La homogeneidad y monotonía de mis días me
arruinaba de a poco. La incertidumbre sobre lo que iba a pasar, sobre lo que
iba a hacer, sobre lo que iba a ser. El futuro. El pensar me atormentaba, me
atormenta, me asfixia, pero aun así no puedo dejar de hacerlo. No podía dejar
de pensar que iba a hacer con mi vida, sigo sin poder hacerlo.
¿Qué es lo que quiero estudiar? Básicamente lo que
me gusta es periodismo, cine y publicidad. Entre sí están estrechamente
relacionadas. Pero ninguna me convence del todo. Además, creo que la publicidad
iría contra mis principios, por lo que la dejo un poco de lado. O sea, mentirle
a la gente para que compre y compre y compre?, no. No creo que pueda hacerlo.
Tengo que pensar que para estudiar tengo que irme a la capital, sería una vida
diferente, independencia, trabajo, otra cosa. Sí me gustaría, es más, desde
hace varios meses estoy esperando este momento. Aun así hay algo que me frena,
no sé bien que es.
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